diumenge, 27 de maig del 2012

Antonio Buero Vallejo

Antonio Buero Vallejo


Dramaturgo español. Nació en Guadalajara en 1916. Estuvo casi siete años en la cárcel, que compartió con Miguel Hernández, por sus ideas republicanas. En 1949 obtuvo el premio Lope de Vega por su obra Historia de una escalera. Empezó a escribir teatro en 1946, cuando la guerra interrumpió sus estudios de pintura.
OBRA:
A continuación puedes leer un fragmento de Un soñador para un pueblo, obra en la que se presenta el fracaso de Esquilache, ministro de Carlos III, en su intento de mejorar la vida del pueblo español. El autor utiliza un hecho histórico para hacer una reflexión sobre el presente.
En la escena, el Duque de Villasanta se presenta ante Esquilache para interceder en favor de un amigo suyo. Los personajes de enfrentan ideológicamente ya que Esquilache es reformador y progresista y el Duque es conservador.
ESQUILACHE.- De ningún modo. Usía debe exponerme su asunto. (Vacilación de Villasanta.) ¿Tendré que recordarle que está en mi casa?
(Le indica el sillón.)
VILLASANTA.- (Suspira y se sienta.) Se trata de una reposición. El hijo del capataz de mi finca de Extremadura prestaba sus servicios en el despacho de Hacienda y lo echaron en la última reducción de personal. Se había casado aquí... Era su único medio de vida...
ESQUILACHE.- ¿No podría usía facilitarle algún otro en Extremadura?

VILLASANTA.- Usía dijo que deseaba atender mi petición.

ESQUILACHE.- (Se sienta.) Consideremos el asunto, duque. La reducción del personal era una medida necesaria. Las oficinas públicas se ahogaban bajo el peso de tanto... protegido. Son gentes que nunca debieron salir de sus pueblos. Usía pensará que se puede hacer una excepción, pero habría que hacer tantas... Casi todos los expulsados eran... protegidos.
VILLASANTA.- De modo que se niega usía.
ESQUILACHE.- Lo deploro sinceramente.
VILLASANTA.- (Después de un momento.) He debido recordar que en estos tiempos los favores se reservan para otros. A nosotros se nos dedican ya solamente bellas palabras fingidas.
ESQUILACHE.- (Ríe levemente.) ¿Me acusa de hipócrita? (Se levanta y pasea.) Pues bien è vero. Pero ¿qué es un hipócrita? Pues un desdichado que sólo acierta a tener dos caras. En el fondo, un ser que disimula mal, a quien insultan con ese epíteto los que disimulan bien. El hipócrita Esquilache tiene que mentir, pero miente mal y es detestado. No es uno de esos hombres encantadores que tienen una cara para cada persona: él sólo tiene dos y se le transparenta siempre la verdadera... (Grave.) La verdadera es la de un hombre austero que, si entra en el juego de las dádivas y de los halagos, nada quiere para sí. La de un hombre capaz de enemistarse con toda la nobleza española si tiene que defender cualquier medida que pueda aliviar la postración de un país que agonizaba.
VILLASANTA.- Y que tiene que afrancesarse para revivir, ¿no?
ESQUILACHE.- Por desgracia, es verdad. ¿Cree que soy enemigo de lo español? He aprendido a amar a esta tierra y a sus cosas. Pero no es culpa nuestra si sus señorías, los que se creen genuinos representantes del alma española, no son ya capaces de añadir nueva gloria a tantas glorias muertas...
VILLASANTA.- ¿Muertas?
ESQUILACHE.- Créame, duque: no hay cosa peor que estar muerto y no advertirlo. Sus señorías lamentan que sus principales ministros sean extranjeros, pero el rey nos trajo consigo de Italia porque el país nos necesitaba para levantarse. Las naciones tienen que cambiar si no quieren morir definitivamente.
VILLASANTA.- ¿Hacia dónde? ¿Hacia la Enciclopedia? ¿Hacia la "Ilustración"? ¿Hacia todo eso que sus señorías llaman "las luces"? Nosotros lo llamamos, simplemente, herejía.
ESQUILACHE.- (Se estremece.) No hay hombre más piadoso que el rey Carlos y usía sabe que no toleraría a su lado a quien no fuese un ferviente católico.
VILLASANTA.- Sin duda por eso han apagado sus señorías las hogueras del Santo Oficio.
ESQUILACHE.- (Después de un momento.) Hemos apagado (Recalca.) cristianamente las hogueras del Santo Oficio porque nuestra época nos ha enseñado que es monstruoso quemar vivo a un ser humano, aunque sea un hereje. El infierno es un misterio de Dios, duque: no lo encendamos en la tierra.
VILLASANTA.- Blanduras, marqués. Blanduras tras las que se agazapan la incredulidad, y que nos traerán lo peor si no lo cortamos a tiempo.
ESQUILACHE.- ¿Lo peor?
VILLASANTA.- (Se levanta.) La desaparición en España de nuestra Santa Religión.
ESQUILACHE.- (Ríe.) Mal confía en ella si cree que puede desaparecer tan fácilmente. Le aseguro que dentro de uno o dos siglos, a los más intransigentes católicos no se les ocurrirá ni pensar en quemar por hereje a un ser humano. Y no por eso la religión habrá desaparecido. Puede que esos católicos se crean sucesores directos de sus señorías; pero en realidad serán nuestros sucesores. Y ése es todo el secreto: nosotros marchamos hacia adelante y sus señorías no quieren moverse. Pero la Historia se mueve.
VILLASANTA.- Es fácil hablar del futuro sin conocerlo.
ESQUILACHE.- Como usía, aventuro mis pronósticos. ¿Quiere que le dé otro?
VILLASANTA.- (Leve inclinación irónica.) Será un placer.
ESQUILACHE.- El que no quiera cambiar con los cambios del país se quedará solo.
VILLASANTA.- (Ríe.) No será otro acto de hipocresía, marqués...
ESQUILACHE.- ¿Por qué iba a serlo?
VILLASANTA.- Vamos, señor ministro. Supongo que no ignora que el pueblo está arrancando los bandos de capas y sombreros. No parece que quiera cambiar mucho...
(El Cesante entra por la segunda derecha y va a pasar de largo. Repara en algo que hay en la pared donde pegaron el bando y se vuelve a leerlo, muy interesado. El Ciego no se mueve, pero sonríe.)
ESQUILACHE.- (Después de un momento.) El pueblo sabe aún muy poco... Y quizá es ahora fácil presa de perturbadores sin ocupación... Tal vez de protegidos sin trabajo. (Se miran fijamente. Esquilache agita dos veces la campanilla y dice secamente.) Siento no poder atender a su petición, duque. No sería honesto.



Cristina Surroca Altarriba